Relatos, cuentos y demás...

Thursday, January 25, 2007

Dos mundos paralelos (parte I)

Los últimos destellos de luz abandonaron de forma apresurada la desangelada ciudad. Una noche más, las sombras reclamaban su territorio, hambrientas de almas faltas de esperanza. Apenas algunos ruidos delataban las pocas formas de vida que se resistían a dejar sus hogares, cada vez más a merced del polvo y la suciedad. El ladrido lejano de un perro moría sumido en la negra espesura, la misma que ahogaba los sentimientos en un pozo sin fondo, y del que resultaba inútil tratar de escapar.

Henry se contaba entre aquellos pocos desafortunados que se aferraban a la fantasmagórica urbe con sus ya casi extintas fuerzas. Llevaba casi un año persuadiendo, aconsejando y disuadiendo a sus convecinos de no abandonar sus casas, de proseguir con sus vidas como habían hecho siempre. Le sostenía su inquebrantable fe y su firme creencia de haber sido erigido como salvador de almas, poco menos que un profeta. Su increíble obstinación junto a su capacidad para negar lo evidente servían como escudo ante la frustrante realidad.

Todo comenzó hace tres años y medio. A principios de aquel otoño se instaló la niebla. La definieron como niebla, porque era a lo que más se parecía. Sin embargo nadie supo explicar la naturaleza de aquella forma espesa que cubría todo al oeste de sus hogares. Pasaron días, semanas, meses, y no se produjo ningún signo de cambio, ninguna señal que hiciese pensar que la niebla fuese a desaparecer o desplazarse. Por supuesto se propuso explorar qué ocultaba la niebla (si es que ocultaba algo), sin embargo nadie quiso adentrarse en lo desconocido, pasar de la luz a la oscuridad. Pasó el tiempo y el tema quedó desplazado a un segundo plano. La gente prefirió dedicar sus esfuerzos a sus problemas cotidianos, en vez de preguntarse qué había más allá de la niebla.

No fue hasta un año después cuando por fin alguien se decidió finalmente a cruzar al otro lado. Un joven apuesto y decidido anunció que atravesaría la niebla, vería qué se escondía tras ella, y volvería para contarlo a los demás. Ello provocó las alabanzas de mucha gente, que no dudó en ensalzar la valentía del joven. La noticia corrió como la pólvora, y el día previsto toda una multitud se congregó alrededor del muchacho. Todos mantuvieron un solemne silencio en el momento en que este se dispuso a cruzar al otro lado. Con paso firme, avanzó, y desapareció. La multitud contuvo la respiración y esperó… y siguió esperando. Dos horas después se seguía sin tener noticia del joven, así que la gente empezó a marcharse, desilusionada. Nada más se supo de él.

Lo más desconcertante empezó a ocurrir seis meses después. Otras personas anunciaron su deseo de atravesar la niebla. Sin embargo no se trataba de valentía lo que les empujaba (entre ellos se encontraban desde niños pequeños hasta amas de casa). Sostenían fervientemente su necesidad de descubrir qué había tras la niebla. Nadie, ni siquiera sus más próximos allegados, fueron capaces de hacerles cambiar de parecer. Todos ellos acabaron cruzando al otro lado, con la promesa de volver para contar lo que habían encontrado, y todos ellos encontraron el mismo destino: no volver jamás. A partir de entonces, no pasó un día sin que alguien decidiese qué era su “deber” averiguar que escondía la niebla, corriendo siempre la misma suerte que los anteriores.

Henry no soportaba ver como la gente lo dejaba todo lo que tenían en sus vidas por algo desconocido. Fue así como empezó a visitar a aquellas personas que deseaban aventurarse, con la esperanza de lograr que abandonasen tal empresa. Mas cabe señalar que ni una sola vez logró su objetivo...

Thursday, November 23, 2006

La última batalla

Ya no quedaba nada. Nadie más por morir, tan solo los dos gobernantes. Sin ningún súbdito en pie que pudiese cumplir sus nefastas órdenes, ambos líderes no podían sino mirarse frente a frente. Ya no quedaba nada por aniquilar.

Primero fueron los soldados: hombres aguerridos y hechos para la batalla. Pronto este valioso recurso se agotó, y hubo que echar mano de la población civil. Varones mayores de edad fueron llamados a filas. Tras ellos, mujeres. Y finalmente, ancianos y niños. Todos ellos obedecieron con fe ciega, alimentados por el odio hacia el pueblo vecino que les habían inculcado desde que fueron dados a luz.

Una vez no quedó nadie, los dos líderes se vieron obligados a salir de sus madrigueras, inservibles sin nadie a quien dirigir. Fueron al encuentro el uno con el otro, y permanecieron de pie, mirándose con una extraña expresión de incredulidad.

- "La guerra ha terminado".
- "Estoy de acuerdo. He de reconocer que has sido un duro rival".
- "Te lo agradezco, tú tampoco lo hiciste nada mal".
- "Y toda esta pobre gente muerta. Pobres diablos...".
- "Es cierto, pero hay que aceptarlo; la vida es así".
- "Estoy completamente de acuerdo".

...

- "¿Y qué harás ahora?".
- "Me dedicaré a reconstruir lo que aún se pueda salvar, e intentaré repoblar ambas ciudades con gente que no tenga otro lugar a donde ir".
- "¿Qué quieres decir? ¡Seré yo el que repoble las ciudades con nuevos habitantes! ¡Para algo he ganado yo la guerra!".
- "¿¡Tú ganado!? ¡No me hagas reir! ¿¡Y dónde está tu ejercito!?"
- "¡Aquí tienes mi ejercito!" Y el mandatario arrojó una piedra sobre su adversario.
- "¡Maldito seas!" respondió el otro a la vez que arrojaba otra piedra.

Y fue esa lluvia de piedras la que decidió el resultado final de la guerra.

Los amantes

La larga espera había llegado a su fin. Los dos amantes entrelazaron sus cuerpos, fundiéndose en uno solo. Sus besos expresaron los que ninguno se había atrevido a decir nunca, todo el amor y pasión que sentían el uno hacia el otro. Atrás quedaron noches de discretas sonrisas, miradas cálidas y cenas llenas de falsa cordialidad. Ambos pudieron por fin quitarse el disfraz de simple amistad que tanto los había atormentado, incapaces de confesarse ante el miedo de lo que pudiese ello suponer.

Y aquella noche, una buena botella de vino consiguió lo que ninguna inocente caricia o desinteresada llamada de media noche fue capaz. Y en el mismo lecho en el que hicieron el amor, prometieron no volver a ocultarse nada nunca más.

Y así lo hicieron...

El final

Y mientras observaban incrédulos la gran llamarada que se extendia en el cielo, no pudieron sino pensar lo peor. ¿Era esto el final? ¿Así acababa todo, sin más? La sensación de no haber aprovechado sus vidas lo suficiente, de tener que interrumpir un proyecto inacabado en el cual tenían depositadas todas sus esperanzas, se extendió como un mal sabor de boca. Nadie se atrevió a expresar con palabras lo que todos y cada uno de ellos pensaba, el miedo era demasiado fuerte, así como la mezcla incontrolada de todo tipo de sentimientos. Desde la rabia hasta la desesperación, pasando por la angustia producida por la incertidumbre sobre cuál sería su destino en los próximos segundos.

Y es que nada produce más angustia que el hecho de tener la certeza de avanzar hacia lo desconocido, sin ningún tipo de control. Saber que dependes del más simple cambio en el estado de ánimo de otra persona, cuya identidad ignoras por completo.

Con el terror invadiendo sus mentes, siguieron contemplando la gran bola de fuego. Pudieron ver como continuaba su expansión, se detenía, y finalmente se acababa extinguiendo por sí sola, dejando poco más que un ligero olor a azufre. El alivio volvió a sus corazones y todos respiraron profundamente, felices al haberse salvado de la catástrofe.

Ahora podían volver tranquilos a sus casas. Se sentarían en sus sofás y verían la televisión. Todo ello con tal de olvidar el terrible suceso. Mañana nadie pensaría ya en lo sucedido, ni mucho menos lo comentarían con los demás. Así podrían continuar con sus vidas, que al fin y al cabo era lo que les importaba.

Sunday, November 05, 2006

Bienvenidos

Os saludo queridos paisanos, mientras escucho una melodía de Sir Elton John. Aquí comienza un nuevo viaje que os llevará por mundos fantásticos, desconocidos anteriormente. Éste pretende ser un sitio de relajación en el cual los visitantes podrán dedicar unos minutos de sus agitadas existencias a desconectar del mundo real. Fantásticos relatos os llenarán de gozo y regocijo sin medida.

Aquí el autor, visitante frecuente de www.rae.es a partir de este momento para evitar su desmedido capricho de inventar nuevos vocablos, se devanará los sesos de forma asidua para haceros un poco más agradable el día a día. Podréis asistir a mis inacabables elucubraciones, en una lucha sin cuartel contra la estulticia (gracias Luis) humana.

Doy paso sin más dilación a inaugurar mi blog.

Bienvenidos.